Por: Grupo de Estudios Geopolíticos y Territoriales
-GEGT-.
Terminado
el mes de Julio del presente año, la tendencia creciente de los precios de los
combustibles en el golfo de los Estados Unidos, inclinó nuevamente los precios
para los colombianos al alza, luego de un periodo comprendido de dos meses, en
los que la gasolina experimentó una pírrica reducción de tan solo cien pesos
por mes, fenómeno que se anunció de manera rimbombante, pero que ante los
actuales escenarios de alza, se ocultan nuevamente.
En
efecto, la variación de los precios de los combustibles a nivel nacional, está
directamente ligada a la fluctuación del mercado internacional de cotización de
crudo en general, y de manera específica a la variación del mercado de la
gasolina en el Golfo de los Estados Unidos. De esta manera, las expectativas
del alza o la baja a los precios de los consumidores finales, resulta ser un
fenómeno ajeno a la dinámica de la producción en el terreno nacional, y se
convierte fundamentalmente, en un problema de especulación del mercado
internacional.
Cuando
se revisa la variación de los precios de cotización de crudo en el Golfo de los
Estados Unidos (ver gráfico), es claramente notoria la tendencia al alza a lo
largo de los últimos 25 años. Si realizáramos la relación entre los precios
medios del año 1986 al 2011, veríamos que este ha crecido a una magnitud de
siete veces.
Por
supuesto, no todas las zonas de cotización a nivel mundial son homogéneas en
sus precios, a saber, porque aunque la tendencia al alza es un fenómeno
mundial, las cotizaciones específicas están ligadas a los volúmenes transados y
también a la dinámica de las bolsas accionarias que regulan las zonas
específicas de negociación. Para el caso del Golfo de los Estados Unidos, este
se ha caracterizado por registrar uno de los precios más altos a nivel mundial.

Es por
ello, que la farsa con la que el ex ministro de minas y energía y los
representantes del Estado tratan de convencer a los colombianos de su política
de regulación de precios de los combustibles, es evidente, pues aunque traten
de hacer creer que la dinámica de evolución de los precios va a ser más
estable, queda claro que la única estabilidad que estos experimentarán, será la
del alza constante.
Insistamos
sin embargo, que el volumen e intensidad de explotación de crudo en el país,
poco tiene que ver con la generación del precio final. Siendo así las cosas,
saltará a la cabeza del lector la pregunta obvia a hacer: “¿por qué entonces,
el Estado colombiano tiene como meta el incremento de la producción de crudo a
como dé lugar?
Recordemos
que el negocio internacional de los hidrocarburos es uno de los más lucrativos,
precisamente porque las altas inversiones de capital son rápidamente
recuperadas con los mercados asegurados representados en los altos precios al
consumidor, así como por la creciente escases del recurso que lo hace un bien
predilecto para la especulación. En definitiva, el precio final del crudo se
convierte en herramienta de enriquecimiento para los pocos explotadores del
recurso, pero por el otro lado, es un fuerte mecanismo de opresión económica
sobre las mayorías, quienes en última instancia ven reglamentado el costo de su
vida (alimentos, transporte, vestido, etc.), principalmente a causa de la
dinámica del precio de los combustibles.
De esta
forma, las recientes discusiones y propuestas generadas en el teatro
legislativo y parlamentario, que se centran sobre los impuestos cargados sobre
los combustibles, como es el caso de la sobretasa a la gasolina, tienden a
invisibilizar la verdadera discusión sobre el origen de los altos costos de los
combustibles, la cual reside principalmente en la decisión política que ha
adoptado el Estado y sus representantes de cotizar la producción de
hidrocarburos en el mercado más costoso a nivel mundial, el Golfo de Estados
Unidos, y no en otro mercado ni otro lugar como lo hacen gran parte de países
productores de crudo.
No es
por lo tanto cierto que exista una suerte de amarre económico al precio de los
combustibles y que los colombianos debamos pagar por una de las gasolinas más
caras a nivel mundial. Lo cierto es que el alto costo que pagamos cada día de
manera directa e indirecta, lo único que sostiene son las cada vez más grandes
arcas de las corporaciones transnacionales y su creciente voracidad sobre cada
una de las gotas de petróleo del subsuelo nacional.
Si la
nación es tenedora de importantes recursos minerales, energéticos y naturales,
lo normal sería que el aprovechamiento, explotación y usufructo de estos,
revierta en beneficios concretos a las mayorías trabajadoras del país. Ello
implica, por supuesto, una decisión soberana por parte del Estado, que ponga
por encima los intereses nacionales sobre el beneficio a los grandes capitales.
¿Dónde está ese Estado?, es inexistente por ahora.
El
tránsito hacia ese nuevo Estado, se convierte entonces en tarea prioritaria de
las mismas comunidades. El ejercicio de la defensa y la soberanía se convierten
en objetivo estratégico al cual es necesario llegar. Así las cosas, la campaña
de reducción del precio de los combustibles a la mitad, es una bandera que
deberá convertirse en prioritaria para las agendas de las organizaciones
sociales y sus movimientos regionales y nacionales.
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